domingo, 29 de julio de 2007

Pitéate un futbolista


-“Francisco, excelente partido. Felicitaciones por sus goles. Pero, dígame, ¿cómo está su pierna?”
-“Sí, mi pierna está bien, en la casa, cuidando a mis hijos…”.
(Entrevista a Francisco Hauiquipán)


22 de julio de 2007. Todos los medios de comunicación celebran el tercer lugar obtenido por la selección chilena de fútbol en la categoría sub 20. En un país con un deporte alicaído y un casi nulo apoyo estatal al desarrollo de atletas de excelencia, cualquier triunfo hace que el mérito de nuestros representantes sea visto como una hazaña heroica. Para muchos, estos chicos son menos que Dios, pero más que el común de los mortales.
El gobierno no quiso estar ajeno al entusiasmo que vivía el pueblo. Por lo mismo, se sumó a la calurosa recepción dada por los santiaguinos a la selección, desde el aeropuerto hasta La Moneda. Ahí los seleccionados desayunaron con la Presidenta de la República, tras lo cual y desde sus vistosos balcones saludaron triunfantes a la ciudadanía en la Plaza de la Constitución. Al salir, flashes y micrófonos buscando alguna declaración de alguno de estos titanes, ejemplos para niños y adultos de superación, constancia y valentía.
Los medios ensalzan la victoria, tras haber seguido a la selección con mucho entusiasmo durante todo el campeonato. Incluso cubrió ese confuso incidente con la policía canadiense. Y aunque nuestra prensa no se adelantó a sacar conclusiones, tras el primer momento de confusión la posición fue férrea: los golpes de que fueron víctimas algunos de nuestros jugadores indignaron a todos, nadie se quedó indiferente frente a tan grande abuso de poder proveniente de bárbaros y brutales extranjeros
Que todo el mundo los vea: ¡Esos sí son chilenos! ¡Que nadie quede sin saberlo! ¡Miren sus caras, miren sus uniformes, aprendan sus nombres, que nadie los olvide!

15 de noviembre de 2005. Carolina Tohá lidera el grupo de personas que anuncia a la prensa la presentación de una acción de protección ante la Corte de Apelaciones de Santiago contra Radio Carolina, por la transmisión, dentro de uno de sus programas, de una sección denominada “pitéate un flaite”, en la que se divulgaba una campaña para “pitearse” a los flaites de Chile. Jingle incluido, era un llamado público a deshacerse de la "escoria de la sociedad”.
Fue una broma. Pero fue una broma que creció rápido, a través de imágenes, videos y comentarios por todo internet. Miles de chilenos apoyando la moción de exterminar, de una vez y para siempre, a todo aquél que cupiera dentro de la categoría de flaite.
Sin duda, una reacción natural, en que muchos pudieron manifestar, en bromas, su ansiedad por la creciente sensación de inseguridad producida por la inmensa ola de información que nuestros medios nos dan sobre la delincuencia y los delincuentes. Porque al final, todo chileno sabe que el crimen crece y nadie hace nada por detenerlo, que los criminales están por todos lados, y, sorprendentemente, también sabe dónde viven, cómo se visten, cómo hablan y cómo se llaman.
Sí. Porque el delincuente se encuentra en el imaginario de muchos, muchos, marcado por su lugar de origen y sus modos. Si un ciudadano común, de clase media, se ve enfrentado en una calle a alguien vestido de una particular manera, que camina de una forma aun más peculiar y con una forma de hablar inconfundible, o cruza a la vereda de enfrente o se pone a rezar para no ser asaltado.
Los medios nos los muestran todos los días, desafiantes frente a jueces de garantía, jueces inconscientes que los dejan inmediatamente en libertad, transformándose ellos, los magistrados que debieran defender al ciudadano honesto, en los mejores cómplices de los peores enemigos de la sociedad. ¡Esos son basura inútil y tóxica! ¡Qué todos lo sepan! ¡Miren sus caras, miren sus ropas, aprendan sus nombres, que nadie los olvide!

Si fuéramos sinceros, muchos chilenos cruzarían a la vereda de enfrente si vieran que se les acerca alguien con el peinado de Vidal o Vidangossy; les costaría más de lo normal emplear a alguien llamado Mathías, Gary Medel, Alexis Sánchez Sánchez o Hans Marínez. Ni hablar de otras figuras, ídolos de antaño: la apariencia de Zamorano en su época de Pichichi en España sólo se encuentra en personas de la peor calaña en nuestro país, “Murcy” Rojas aún es famoso por las bromas que se le hacían por su falta de cultura... El extremo es Francisco Anderson Huaiquipán, quien es mapuche, vive en La Legua y su segundo nombre es gringo.
De no ser estrellas del fútbol, ninguna de estas personas podría haber sido recibida por un Presidente de la República, en visita oficial y para desayunar en el palacio de gobierno, el máximo símbolo de poder de Chile. Ninguno habría sido recibido con ovación popular en la Plaza de la Constitución. Nunca habrían sido noticia, salvo el caso en que fueran imputados de algún delito, caso en que su presunción de inocencia no existiría: se publicaría su rostro y nombre para su perpetuo ostracismo. De sufrir excesos de parte de la policía -de seguro, mucho mayores que en Canadá- nadie reclamaría, o el que lo hiciera sería catalogado de "cómplice de la delincuencia". Al contrario, muchos alegarían la falta de carabineros para seguir golpeándole.

Así está Chile. Ya es hora de cambiarlo.

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