sábado, 30 de junio de 2007

¡AÑO NUEVO! ¡DESAFÍOS NUEVOS!

Por Iván Franchi Arzola

Existen varios pueblos originarios de nuestra América indígena que ajenos a un orden temporal arbitrario, y atribuyendo claro sustento al comportamiento lógico de la naturaleza, celebraron entre el 20 y 24 de Junio, el comienzo de un nuevo año. En Chile son los Mapuches, Aymaras, Quechuas, Kollas, y Rapa Nui, quienes –según su propia cosmovisión– celebran el camino que el sol emprende de regreso a la Tierra. Marcando la noche más larga del año, la víspera de la fase solar trae de vuelta los ciclos de abundancia. Pareciera que este ciclo se hubiese adelantado, y propagado a todo el territorio nacional. Los anuncios han sido positivos. La reducción del número de chilenos en situación de pobreza e indigencia, la baja considerable en las cifras de desocupación, y el pujante dinamismo económico, que mantiene –e incluso aumenta– las expectativas de crecimiento, constatan una clara realidad. Este escenario, además de indicar que se está en el camino correcto, incentiva a enfocar la mirada hacia nuevos desafíos, y en consecuencia, nuevos objetivos.

En concordancia con la realidad país, los pueblos indígenas también han recibido buenas noticas. No cabe duda que las cifras entregadas por el MIDEPLAN con respecto a la situación de pobreza del país, es una de aquellas. Efectivamente, si bien la incidencia de la pobreza, a fines del 2006, en la población indígena es mayor que en la población no indígena, esta diferencia es la menor desde 1996. Es así que en 1996 un 35,1% de la población indígena se encontraba en situación de pobreza, frente a un 22,7% de la población no indígena; mientras que el año recién pasado estas cifras alcanzaban los 19,0% y 13,3% respectivamente[i]. Es decir, en los últimos 10 años, la población no indígena experimentó una reducción de la pobreza anual promedio de 0,94%, en tanto la población indígena lo hizo a una tasa del 1,61%. Esta clara diferencia es atribuible al éxito de las políticas sectoriales de los gobiernos de la concertación en beneficio de los pueblos originarios. En este sentido es destacable la labor realizada por el estado a través de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, mediante la promoción, coordinación y ejecución de acciones a favor del desarrollo integral de las personas y comunidades indígenas, especialmente en lo económico, social y cultural. No obstante el éxito descrito, existe un orden y procesos sociales nuevos, que imponen nuevos desafíos. Al igual que con otros grupos sociales, es necesario replantear las garantías tradicionales de modo de que alcancen su mayor potencialidad[ii]. Para ello, y según el enfoque de los nuevos derechos de los pueblos, estás garantías deben ser abordadas, ya no tan sólo bajo la intervención estatal, sino que también mediante la sociedad en su conjunto.

Para enfrentar esta situación es necesario considerar tres aspectos. Primero, reconocer a nuestro país como una sociedad multicultural. En este sentido la propia presidenta Michelle Bachelet ha reafirmado la voluntad de lograr el reconocimiento constitucional de nuestros pueblos originarios. Al respecto, el gobierno ha iniciado el debate político con la solicitud al Senado de ratificar el Convenio 169 de la OIT, proceso al cual se le ha puesto suma urgencia. Segundo, modificar el espíritu de las políticas públicas para con los pueblos indígenas. Si bien es necesario mantener los procesos de recuperación de los derechos ancestrales, también se deben considerar las nuevas condiciones sociales a las que se enfrentan. De los cerca de 700.000 indígenas de nuestro país un 70% es menor de 39 años, 2/3 del total vive en la urbe, y un 30% de los niños y jóvenes en edad escolar abandona el sistema[iii]. Todo esto debe estar incluido en una nueva planificación social que de cuenta de las brechas sociales existentes, pero que a su vez considere la transversalidad que los pueblos originarios tienen en la sociedad chilena de hoy. Y tercero, estas nuevas orientaciones deben ser dimensionadas e internalizadas por los recursos humanos que dan vida a las políticas públicas. Este es el principal recurso del sector público y su gestión requiere profesionalización, capacitación, transparencia y un alto grado de comunicación interna[iv]. Sólo de este modo será posible asegurar la integración de nuestros pueblos indígenas al Chile del siglo XXI.

En buena hora la situación indígena ha dejado de ser un asunto marginal del centro político concertacionista, dando paso a un resuelto compromiso con el nuevo trato de los pueblos originarios. El Debate Nacional de los Pueblos Indígenas –compromiso del actual gobierno– con la finalidad de orientar las políticas públicas hacia el 2010, deberá considerar los aspectos listados precedentemente, haciendo hincapié en la necesidad de garantizar los derechos de todos los ciudadanos independiente de su origen social y étnico.

En esta época cuando los días empiezan a ganar lentamente su batalla contra la oscuridad, regresa la luz y, con ella, la vida en todo su esplendor, no tan sólo se renueva la naturaleza, también lo hacen los hombres. Tal como lo viven y sienten nuestros pueblos indígenas, debemos nutrirnos, cuidarnos y protegernos mutuamente. El gobierno tiene su tarea, el estado como tal la suya, son nuevos desafíos y se necesita del esfuerzo de todos los chilenos.

[i]MIDEPLAN. Serie análisis de la encuesta de caracterización socioeconómica: Nº1 La situación de pobreza en Chile 2006. Santiago, Gobierno de Chile, 2007. 51p.
[ii]HENRIQUEZ, M. Nuevo enfoque de los derechos humanos. En: Escuela Generación Bicentenario. (3º, 2007, Santiago, Chile). Santiago, Fundación Chile 21, 2007. 7p.
[iii] INE. Resumen estadístico: Realidad social de los pueblos indígenas en Chile. Programa Orígenes. Temuco, Gobierno Regional de La Araucanía, 2003. 6p.
[iv] LAHERA, E. Introducción a las políticas públicas. Santiago, Fondo de Cultura Económica de Chile S.A., 2002. 305p.

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