domingo, 10 de junio de 2007

El Socialismo Democrático y Libertario: La superación de la Concertación.

Por Juan Sebastián Vielmas

El Socialismo tiene sentido como “concepción viva, esencialmente dinámica”, como nos decía Eugenio González. El Socialismo aporta para resolver los grandes problemas y conflictos que enfrenta la humanidad, en la medida en que se lo entienda no como un modelo establecido y revelado para siempre, sino como una práctica de resolución de las contradicciones sociales que de modo consistente y sistemático pone por delante la solidaridad y la acción organizada del pueblo en abierta oposición a las concepciones liberales que fundan el bienestar general sobre la base de la acción de individuos que solo buscan maximizar su bienestar personal.

El capitalismo puede exhibir a su favor un desarrollo en muchos aspectos prodigioso de la ciencia y tecnología. Las fuerzas productivas han alcanzado niveles insospechados haciendo, en teoría, posible la solución de problemas como el hambre y la desnutrición, los cuales durante muchos años se pensó constituían, prácticamente, parte del orden natural de las cosas.


Pero estos desarrollos; con todas las nuevas posibilidades que ofrecen los avances en biotecnología y clonación, tecnologías de la información, digitalización, modelación matemática de alta sofisticación e importante capacidad predictiva, descubrimiento del genoma humano, conocimiento acrecentado de los sistemas de alta complejidad científica y otros; ponen justamente de manifiesto la enorme brecha entre esas posibilidades y las realidades del mundo existente.

Este es el mundo de inicios del siglo 21. Un mundo que presenta grandes oportunidades y al mismo tiempo graves amenazas. El Socialismo democrático y libertario, puede hacer una contribución decisiva para que las primeras se impongan sobre las segundas.


Grandes promesas fueron las de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX. Promesas que allí están, ampliamente incumplidas. Libertad, igualdad y fraternidad, los ideales proclamados por la gran Revolución francesa hace ya mas de dos cientos años son banderas que el Socialismo debe necesariamente hacer suyas.


No hay otras fuerzas de vanguardia capaces de hacerlo más allá de los socialistas. Si por ineptitud, desidia, falta de voluntad política o de capacidad transformadora el Socialismo capitula en el mundo frente a sus responsabilidades históricas, condenará a la humanidad a un triste destino.


Este es el desafió que debemos enfrentar. No son pocos los obstáculos que se alzan en este camino: el descrédito, la fatiga de muchos luchadores, el escepticismo de las grandes masas, el debilitamiento de las convicciones propias. Todo ello conspira en contra de la organización de un movimiento poderoso que se proponga enfrentar y modificar a través de la acción organizada de los pueblos este lamentable estado de cosas.

La tarea es inmensa pero no se parte de cero. Las luchas obreras del siglo XX fueron capaces de producir importantes conquistas sociales y experiencias trascendentes. La acumulación de reformas estructurales profundas ha conducido, muy particularmente en los países del Centro y Norte de Europa, a la constitución de sociedades altamente evolucionadas en materia de derechos y protección social.


Los estados de bienestar y las economías socialdemócratas constituyen las expresiones más avanzadas de la construcción social universal. Sea cual sea el indicador que se adopte, todas ellas resisten bien la comparación con las naciones mas dinámicas en las que predominan los capitalismos más desregulados. Existe. en consecuencia, un punto de partida sólido para fundamentar la viabilidad de una política consecuente de cambios y progreso social que definitivamente supere el pensamiento único expresado, majadera y recurrentemente, por la Concertación.

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