domingo, 10 de junio de 2007

La Democracia


Por José Antonio Rojas

Mediante el siguiente ensayo se expondrá ante el lector el cuestionamiento planteado sobre la tan maltratada y subutilizada palabra llamada democracia. Supuestamente, “un sistema democrático implica, en un sentido mas amplio y a la vez simple, el gobierno conducido con el consentimiento libre y soberano del pueblo y donde todos sus ciudadanos tienen el mismo derecho de participar en esa conducción”[1]. Parece un hermoso cuadro surrealista esa frase expresada anteriormente, pero lamentablemente esta frase sufre una mala interpretación en la actualidad. Muchos culpan a la dictadura del caballero de bigote y ropa a la usanza prusiana de los años 30(cualquier coincidencia es mera, pero reflejan el sentir del autor de este texto.). Esta dictadura marcó profundamente el quehacer de Chile. Los exiliados, asesinatos y represión, hicieron la desmantelación del aparato social que surgió en el país, guareciéndose y acabaronse los movimientos populares. Surgen durante los años ochenta, en el fragor de una grave crisis económica provocada por la quiebra de la banca y de la industria del país, una serie de movimientos políticos que se pueden agrupar en dos grandes bloques:

-los que estaban a favor de la recuperación de la democracia por la vía política y legal, establecida por la Constitución de 1980.

- la vía de las armas y la caída del régimen instaurado en esos años.[2]

Se puede entender entonces que la forma de actuar de los que se decidieron por la vía de las armas, fueron cooptadas, lo que Foucault explica entendiendo a la política como relaciones de fuerza. La idea que rondaba fue la de modificar estas relaciones de fuerza para que cambie la realidad. La idea no es alinearse a organizaciones e ideologías políticas ya hechas, sino que debe crearse una politización con formas nuevas.[3] Estas nuevas formas de politización fueron las que dieron auge para la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Lautaro.

Luego de la llegada a la democracia, previo plebiscito y entrega del poder, la Concertación llega al poder, con un cúmulo de esperanzas y anhelos por cumplir, “a medida de lo posible”, que hiciese tan popular Patricio Aylwin a principios de los años noventa. Desde esos momentos, la democracia sufre un gran revés de parte del mundo político interno, alejándose de la sociedad; además de la caída de las ideologías que sustentaron la alternativa a la liberalidad económica que se sostenía por este lado del mundo, completaron la tarea. La desesperanza de la sociedad se refleja en estos momentos, parece que este mundo en el que vivimos fuese el paraíso de la postmodernidad, se trastocaron a la comunidad y la guardaron en el baúl de los recuerdos; así como la clase política ha guardado las ideologías y las recuerda como un asunto “de la metafísica” derivando “fácilmente en una apreciación cínica , que al estar desprovista de valores o al destruir todo intento de universalidad, resulte finalmente acomodaticia y oportunista, y pueda terminar siendo simplemente populista como expresión política”[4].

El quehacer del escrito revela una decepción del autor de esta columna por la situación actual, pero se ve una luz de esperanza, que se encuentra planteada en la memoria colectiva de la sociedad. Esta sociedad que se mueve y genera nueva realidad a cada instante, es capaz de demostrar que no esta pasiva, y, como Jelin expresa sabiamente, “los sujetos no son receptores pasivos, sino agentes sociales con capacidad de respuesta y transformación”[5]. Es aquí donde los nuevos lideres debemos poner la atención que merece, no debemos repetir los errores que suceden en la actualidad por parte de la Casta Política, que parece no tan solo a vista del pueblo se llenan sus bolsillos y sirven a sus intereses particulares. Los nuevos miembros y líderes políticos que surgen en Chile deben tener un mayor nexo con la población y responder a la estructura del partido que representa, para no observar nuevamente “díscolos” que sacan sus proyectos de Wikipedia ( Senador Navarro, PS) o parlamentarios con serias sospechas de usar platas destinadas a empleos que se usan en las campañas políticas. La memoria de los muertos y quienes sacrificaron su vida por un ideal de partido, no merecen que los que los continuaron en esta actividad, que llena a muchos, se pervierta y solo sirva de un espectáculo decadente y vulgar. Políticos así degradan a la política y a los que, en un tiempo mas, iran adelante en la construcción de un nuevo ideal de sociedad.


José Antonio Rojas.

Santiago de Chile, al noveno día de la sexta mensualidad del siglo XXI pasados 7 años.



[1] Cuotas de genero y representación, Marcela Ríos, Andrés Villar y otros, FLACSO, Santiago, Chile, 2006. Pagina 7.

[2] Parafraseando a Oscar Aliaga, en “la transición chilena a la democracia, pactada”. Estudios Públicos, santiago Chile, 1999.

[3] Foucault, Michel. La microfísica del poder. Capitulo X. 3a. ed. Madrid : Ediciones de La Piqueta, 1992.

[4] Insunza, Jorge. Addendum, vertientes de una mirada. Extracto del libro la apuesta de Chile. Pagina 13.

[5] Jelin, Elizabeth. De que hablamos cuando hablamos de memorias?, en “los trabajos de la memoria. Siglo XXI editores, España. 2001. pagina 13.

1 comentario:

Alejandro Nova dijo...

1. Wikipedia en inglés es increíble. Yo he sacado información relevante en varios temas para varios trabajos de la Universidad de ahí. Los artículos son completados y revisados por una variedad de estudiosos e investigadores de universidades miembros de la Fundación Wikimedia. Obviamente, no pasa lo mismo con la edición en castellano :).

2. Quizás mi ser radical me impide ver la importancia de las "estructuras partidarias" y creo que, más que una orden de partido, es necesario que las posiciones sean acordadas entre los parlamentarios, sin imposiciones, para luego votar en bloque. Muy en desacuerdo puedo estar con el apoyo de mis parlamentarios a la "indicación Larraín", pero su actuación conjunta mostró acuerdo previo. No discuto que la disidencia hace perder fuerza al colectivo cuando el acuerdo es tomado, pero si no hay acuerdo previo, la disidencia es plenamente admisible. El mejor ejemplo de eso son nuestros queridos y díscolos Nelson Ávila, Alejandro Sule y Carlos Abel Jarpa, por nombrar tres.