sábado, 30 de junio de 2007

Las agresiones sexuales y la desigualdad de género.




Históricamente, se ha permitido situar a los hombres como el dominador jerárquicamente instituido en las diferentes formas de sociedad que hemos conocido. Uno de los ámbitos en que esto se ha demostrado es la sexualidad, donde en mayor parte de las ocasiones, el rango de lo permitido y de lo prohibido, está evidentemente predestinado por ellos.

En pos de esto, es importante señalar el lado más oscuro de la sexualidad: la violencia inserta en ella, siendo las agresiones su expresión más lamentable. Con agresiones sexuales, me refiero a las vulneraciones que puede sufrir una persona, siendo sometida a actos de connotación sexual, sin prestar su consentimiento. Sin duda este tema aún es tabú, tomando en consideración el carácter patriarcal de nuestra sociedad.

Es decir, la violencia sexual constituye una manifestación, de las más brutales, del sometimiento de la mujer al poder masculino, en el cual el sexo es utilizado para agredir y humillar a los sectores más vulnerables de la población: mujeres, niñas, niños y hombres en situación de desventaja, y que hoy es condenado tanto por la legislación internacional como por normas internas. Si bien cualquier persona- ya sea mujer u hombre- puede ser objeto de violencia sexual, son las mujeres sus principales víctimas. Me parece interesante citar la siguiente frase que señala María Teresita De Barbieri, en el texto Certezas y malos entendidos sobre la categoría de género: La explicación de dicho sometimiento radica en que por las “diferencias corporales se van determinando los órdenes sociales”.

Lo recién expuesto demuestra que es necesario efectuar un mayor énfasis en enseñarle a la ciudadanía sobre sus derechos. Es algo absolutamente incongruente que a pesar de los altos índices de estos tipos de delitos (según diversos estudios), todavía el nivel de denuncias sea ínfimo; y de esto es posible deducir que la mayoría de las víctimas desconocen sus derechos, no sólo en materia de violencia sexual, sino en general, y que, por lo tanto, no pueden ejecutarlos. Tampoco saben cómo ejercerlos.

Este es un punto que no puedo dejar pasar, ya que es un problema que nos atañe a todos como sociedad. Muchas de las personas agredidas de haber tenido claridad en sus derechos, probablemente no hubiesen sido víctimas de agresiones sexuales, o que, de haberlo sido, habrían actuado de otra manera; por ejemplo, denunciar de inmediato, acudir a un centro médico con prontitud o separarse de su pareja.

Por consiguiente, estimo que, en nuestro país aún falta un tratamiento más ejemplificador y completo sobre este tema. Nuestro ordenamiento considera castigar, por ejemplo, el delito de Violación (artículo 361 del Código Penal), pero no contempla, propiamente tal un tratamiento adecuado para las víctimas, siendo dejada esta tarea para organismos no gubernamentales especialistas en el área; y el proceso judicial destinado a esclarecer los hechos tiende a traumar por partida doble al demandante, ya que se exigen pruebas que la mayoría de las veces tienden a menoscabar aún más la integridad de la víctima, que ya está dañada.

El Estado debería hacerse parte de esto último destinando mayores recursos para adecuados tratamientos para los abusados, ya que su inmersión a la vida cotidiana, después de un lamentable atentado, es dramática por decir lo menos; debido a que las agresiones sexuales atentan contra la integridad física, emocional y estabilidad emocional, familiar y social de la persona agredida. Interfiere y modifica el curso de su vida, con repercusiones a otros niveles. Problemas tales como el embarazo no deseado, embarazo precoz, contagio de enfermedades de transmisión sexual y disminución del rendimiento laboral-ocupacional, entre otros; muestran que las consecuencias de las agresiones sexuales van más allá de lo privado o particular y pasan a ser un problema público.

No hay comentarios: