sábado, 9 de junio de 2007

La verdadera lucha por la libertad de expresión.

Por Ernesto Manríquez Mendoza.
Grupo Universitario Radical
Universidad de Chile.

Miles de estudiantes en Venezuela salieron a luchar contra lo que consideraron un atropello a la libertad de expresión, el cierre de RCTV (Radio Caracas Televisión). Estudiantes que no corresponden a ninguna élite, que tenían 12 años cuando Hugo Chávez ascendió al poder y que no conocen la política bajo el Pacto de Punto Fijo(1). Estudiantes cuya única instrucción política consistió en una sólida enseñanza de los derechos fundamentales contemplados en la Constitución de su República Bolivariana de Venezuela. Estudiantes, que no tenían nada que ver con la clase política que los antecediera, y que no entienden la política ni los derechos fundamentales como los entienden quienes fueran sus ejemplos y profesores.

Ellos fueron capaces de descolocar a todos. A Hugo Chávez, quien los tendió a alinear con los poderes tradicionales. A los políticos tradicionales puntofijistas, quienes veían sorprendidos cómo los estudiantes lograban lo que ellos nunca se imaginaron: ver oposición activa a Chávez. Descolocaron a todos, porque sus argumentos nunca se centraron en ser gobiernistas o no. Su defensa fue pura y simple: ellos defendían la libertad de expresión como derecho abstracto. Concepto que no compartió Chávez. Ellos generaron una pregunta en la escena política venezolana. ¿Qué son los derechos humanos en general, y cuál es su rol político? ¿Son un concepto que depende de la política contingente, o son un principio fundamental? ¿Es la libertad de expresión un derecho humano, o es algo que debemos subordinar al mantenimiento de la integridad del sistema, atacándola de manera preventiva?

Según Rawls(2) el criterio para distinguir los derechos humanos de aquellos que no lo son es, en primer lugar, la neutralidad política entendida como la independencia de toda doctrina moral o concepción filosófica de la naturaleza humana. De esta forma, de acuerdo con el parámetro de Rawls, para desentrañar la verdadera esencia del derecho a la libertad de expresión, tenemos que preguntarnos, en primer lugar, si este derecho depende o no de alguna concepción política. Y es en esta área donde se ha trabado la discordia entre los discursos oficialistas y contrarios al gobierno de Chávez en Venezuela.

De acuerdo con el discurso de Chávez, la libertad de expresión entendida de acuerdo con el patrón liberal tiene un claro sesgo político: el mantener la opresión de los poderosos sobre los débiles, el impedir a los débiles expresarse y el monopolizar todas las formas de expresión, lo cual se manifiesta en la entrega al mercado, mediante licitaciones, del espectro radioeléctrico(3). Además, la libertad de expresión puede perderse cuando se intenta atentar contra el sistema político mediante la emisión de opiniones adversas a su sostenimiento. En cambio, la concepción de libertad de expresión que, al parecer, sostienen los estudiantes que marcharon en contra del cierre de RCTV responde, en los términos de Rawls, a una libertad de expresión entendida como libertad negativa o libertad como ausencia de interferencia. Vale decir, la fundamentación de por qué RCTV no debe ser cerrada reside en que el gobierno no puede intentar controlar qué se transmite y qué no, sea atentatorio o no contra el propio gobierno, porque la existencia de ese control atentaría en forma directa contra dicha falta de interferencia.

Al haber diferencias conceptuales tan grandes, originadas de matrices conceptuales tan distintas, de poco nos sirven advertencias como las que nos entregan Ludolfio Paramio(4) o Ernesto Laclau(5) sobre el advenimiento del populismo en Venezuela, la destrucción de las instituciones y la destrucción de la oposición, si bien el vaciamiento de las instituciones y la destrucción mediante la aplicación del populismo de la oposición en los órganos burocráticos y de representación popular fueron determinantes en la confiscación de los equipos de RCTV y en su cierre. Todas estas advertencias vienen de un esquema liberal donde la libertad negativa es una noción casi indiscutida, y si las tomamos sin más para analizar el caso actual de Venezuela, corremos el peligro de imponer inconscientemente al pueblo de Venezuela una visión de los derechos humanos que provenga de lo político. Y lamentablemente, tenemos que prescindir de lo político, pues creer en los derechos humanos como algo que requiere necesariamente una decisión política provocará como consecuencia que cualquier decisión política, sea la de Chávez, la de Bush, o la de Hitler, sea válida. Por ello, tiene que haber otro camino.

Hay un camino más corto que el asumir la solidez institucional como garantía de derechos fundamentales: el analizar la interacción entre la libre expresión y la libertad de pensamiento, un derecho que viene, incluso, de la biología humana, al existir en cada hombre un cerebro necesariamente diferente del de otras personas, y que funciona de manera diferente. Nosotros podemos hacer lo que hace Kant y separar la libertad de pensamiento “en nuestra casa” de nuestro “comportamiento como ciudadanos”. Pero esto no sólo es impráctico, sino que irreal. Nuestros actos y nuestros comportamientos están determinados por nuestros pensamientos, algo que comprobó la sicología mucho tiempo después de la muerte de Kant. Y la expresión de nuestros pensamientos es, propiamente, el derecho protegido por la libertad de expresión.

Si pensamos en la libertad de expresión como algo inherente a la biología del ser humano tenemos un punto de partida poderoso. Si la democracia es un sistema político que garantiza el máximo número de libertades en tanto éstas no coarten las libertades de los demás, y la libertad de expresión es algo necesario para proteger una función básica humana, lo cual es condición para poder decir que es una libertad que proviene de la naturaleza humana, podemos decir que la democracia requiere la libertad de expresión para funcionar. Y dado que la democracia exige libertad de expresión, la acción de Chávez es antidemocrática. Claro que podemos estar en presencia de otros esquemas políticos, pero no serán democráticos, y serán objeto de las objeciones que plantea Rawls respecto del derecho de los pueblos, a saber: no serán legítimos ni decentes ante otros pueblos, e incluso posibilitarán moralmente la intervención, en defensa de los derechos humanos del pueblo de Venezuela.

Es lógico que la crítica del chavismo tiene sentido. Después de todo, el argumento de fondo es el que menciona G.A. Cohen en “Libertad y Dinero” (6): la libertad negativa no sirve de nada sin los medios para ejercitarla. Como el resultado de la libertad sin medios es igual al de no libertad, los medios dan libertad. Pero aquí la crítica no va al establecimiento de TVeS (que por sí mismo es una excelente idea), sino al cierre de un canal de televisión para hacer posible esa idea.

Por ello, podemos decir que:

  1. El derecho a la libertad de expresión no es un derecho con un trasfondo político, sino que es un derecho humano.

  2. La violación de la libertad de expresión da derecho a los demás países y a organismos internacionales para intervenir en pos de su restablecimiento, y quita legitimidad al gobierno de Chávez, incluso, frente a su propio pueblo. Eso explica la reacción de los estudiantes, por lo demás, apolítica, ya que es en defensa de un derecho que es políticamente neutro, siguiendo a Rawls.

  3. La creación de Televisora Venezolana Social es una idea fenomenal, en sí misma. Dar medios a las personas comunes para la expresión de sus ideas y programas sólo profundiza la libertad de expresión. Por ello, la creación de TVeS debe ser separada del cierre de RCTV.

  4. La opresión política y cualquier causa que genere el surgimiento de un gobierno populista no es excusa para la violación de un derecho humano.


  1. El Pacto de Punto Fijo fue un pacto entre los partidos Acción Democrática y COPEI (Democracia Cristiana), más fuerzas menores socialdemócratas, para asegurar la supervivencia de una democracia en Venezuela desde 1958. En la práctica, degeneró en un bipartidismo que cobijó casos severos de corrupción. Dejó deliberadamente fuera al Partido Comunista de Venezuela.

  2. Vid. RAWLS, John, “El Derecho de los Pueblos”, Editorial Facultad de Derecho, Santa Fe de Bogotá.

  3. Vid. GOBIERNO DE VENEZUELA, “Clausuras, no renovación y anulación de licencias de radio y televisión” (en línea), Venezolana de Televisión [fecha de consulta, 8 de Junio de 2007], disponible en <http://www.vtv.gob.ve/act_descarga.php?archivo=191&sector=Documento>,

  4. Vid. PARAMIO, Ludolfio, “Giro a la izquierda y regreso al populismo”, Colección Nueva Sociedad 205.

  5. Vid. LACLAU, Ernesto. “La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana”, Colección Nueva Sociedad 205.

  6. Vid. COHEN, Gerald, “Libertad y Dinero” (en línea), Revista del Centro de Estudios Públicos Nº 80, Centro de Estudios Públicos [fecha de consulta, 8 de Junio de 2007], disponible en <http://www.cepchile.cl/dms/archivo_890_857/rev80_cohen.pdf>

1 comentario:

Anónimo dijo...

LA TIRANIA DE “LA MARUJA”


Cuando oímos noticias relacionadas con la ablación que sufren las niñas en algunos países de lo que aquí en occidente consideramos el tercer mundo, ponemos el grito en el cielo por considerar una aberración que a la mujer se la prive de su derecho a la libertad de disfrutar de su sexualidad y de las condiciones infrahumanas en que se practica dicho método. Ante semejante situación Occidente asume la obligación de organizar y llevar a cabo campañas de educación especialmente dirigidas a las mujeres, ya que ellas son las guardianas y las que se encargan de poner en practica esas antiguas tradiciones familiares.
Por consiguiente, las mujeres occidentales nos podemos considerar en cierto modo afortunadas por no ser castradas sexualmente, y digo en cierto modo porque aquí en occidente las mujeres sufren otro tipo de castración, la castración intelectual.
Como estudiante de Física de la Universidad de Zaragoza es bastante frustrante comprobar como una mujer que se plantea como reto superar las dificultades académicas que se proponen en clase no tienen ningún valor si previamente no recurre a ciertos trucos vulgares que por tradición siempre se han practicado.
No trato de juzgar la moral de nadie, pero creo que por no seguir “la tradición” no debería ser sometida a opiniones subjetivas y ser blanco de molestas impertinencias.
Las relaciones de las personas se basan en el respeto mutuo, el respeto a las diferencias que las distingue aunque sean contrarias a tu modo de ver las cosas. Creo que pertenecer a un grupo en el haya personas diferentes no solo es enriquecedor por las aportaciones que puedan hacer sino porque al ver nuevas ideas puedes obtener una mejor y renovada proyección social que la que se puede obtener de “la tiranía de las tradiciones”.


María José González Sofin