sábado, 9 de junio de 2007

Permitámonos virar hacia la izquierda!!

Por Iván Franchi Arzola


Desde hace ya hace varios meses, se ha producido una constante caída en la aprobación ciudadana de la gestión del gobierno de Michelle Bachelet. Frente a esta situación, los partidos situados más hacia la izquierda de la Concertación, han oscilado entre un apoyo explícito, incondicional e irrestricto, y un silencio cómplice; a lo que se añade una despolitización transversal del país, muy cercano al nihilismo. Este escenario produce por tanto –bajo un dinamismo mucho más complejo de lo que aquí pueda describir– que el compromiso de un gobierno ciudadano y más democrático que nunca, por lo menos en lo institucional, no cumpla con las expectativas fundadas en la población. Quizás la gran salida a esta realidad es enfrentarse, más que la urgente necesidad de encontrar el algoritmo para repuntar en las encuestas, al importante rol de estar en sintonía con las necesidades y carencias de aquellos que se les ha postergado históricamente; y para ello, es indispensable –sin querer ser taxativo– un resuelto acuerdo generacional que de viabilidad a un proyecto de izquierda, inmerso en la Concertación, y que por sobre todo recupere la visión de mundo, sus valores, y principios.

Una somera retrospección. El primer gobierno democrático de la década de los noventa constituye un punto nodal dado por el anhelo social –promovido principalmente por diversas fuerzas políticas de izquierda y algunas de centro– de restituir la democracia y lograr la reconciliación de las, hasta ese entonces, polarizadas fuerzas sociales y políticas[1].Particularmente para los partidos de izquierda y/o sus fracciones el hacer caer el gobierno de facto de Pinochet era el objetivo fundamental, relegando –por no decir olvidando– el debate ideológico[2]. Una vez en el gobierno, y a cargo de administrar el ya bien establecido modelo neoconservador, potenciador del mercado, la izquierda concertacionista pierde aún más los espacios de definición y discusión de sus fundamentos y principios. He aquí entonces, y al rigor de la ardua labor de administrar el aparataje estatal, el comienzo del sustento de sus nuevas distinciones (ni siquiera definiciones), el progresismo. El progresismo, más que en el pensar, en la acción, trasciende hacia un fundamento permeable, inestable, pero bastante pragmático. Esta característica hace de él una propuesta bastante eficaz y eficiente, pero carente de un modelo preciso de sociedad que se quiere construir, ya que la alianza política y “electoral” en la cual aún se encuentra la izquierda oficialista, no precisa un modelo de sociedad a partir de una sola definición y por ello tampoco es factible adoptar una sociedad alternativa como concepto o modelo antagonista al heredado de la dictadura. Hoy más bien, la izquierda concertacionista ansía una sociedad donde acaezcan ciertos hechos, pero aún la adición de ellos no consigue conformar un concepto.

Por lo tanto, se ha carecido de un discurso decidido y menos aún homogéneo, en la medida que se han priorizado las posiciones y discursos coyunturales en relación a materias especificas [3], deslizando matices muy cercanos al criticado populismo, peculiaridad que reconoce un marcado temor a la politización de las demandas sociales, y optando por una esfera pública dominada enteramente por la tecnocracia [4].

Bajo este contexto, es que esta nueva generación, debe tomar la responsabilidad de enfrentar la carencia de identidad y de fondo ideológico, entendiendo que este corresponde a la representación vital que da sentido y razón al accionar cotidiano [5]. Es menester reconstruir una nueva mirada de sociedad acompañada de una nueva infraestructura política. Esto no significa renegar de nuestra historia, por el contrario, es hacernos cargo de ella, de sus procesos, dificultades y proyecciones. No representa tampoco, ser nostálgico, sino que reconocer la contemporaneidad de la época nos toca vivir. En definitiva, la construcción de una nueva mirada, reconociendo las actuales manifestaciones y realidades de nuestra sociedad.

Con ello, frente a la lógica de la despolitización, de primar lo retórico, por sobre las ideas y el fondo, debemos responder con políticas y utopías. Utopías progresistas, socialistas, democráticas, y humanistas, pero indudablemente de izquierda. Sólo de este modo seremos capaces de dar sentido al desafío que nos interpone la presidenta Michelle Bachelet, la creación de un nuevo pacto social con la finalidad de construir un NUEVO CHILE.

[1] CUEVAS, H. The dominant discourse on democracy and democratization in the 1990s. Mimeo.

[2] INSUNZA, J. En: Escuela Generación Bicentenario. Conferencia “Vigencia de la Ideologías” (1º, 2007, Santiago, Chile).

[3] REFLEXIONES socialistas sobre Chile por Hardy, C., Erazo, A., Escobar, S., Landerretche, O., y Morales, R. Santiago, La Liebre Ilustrada, 1996. 306 p.

[4] LACLAU, E. La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana. Nueva Sociedad. 205: 56-61.

[5] SALVAT, P. En: Escuela Generación Bicentenario. Conferencia “Vigencia de la Ideologías” (2º, 2007, Santiago, Chile).

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