viernes, 8 de junio de 2007

Lo que nos queda a los jóvenes.



Hoy resulta difícil reconocer una propuesta de sociedad futura, lo que es perjudicial para el progreso de nuestra sociedad pues el debate político se resume a la distribución del poder. Entonces, la alternativa que convoque a los jóvenes, debiera ser la construcción de propuestas para el futuro, a partir del ejercicio y respeto de los consensos.


Esteli Unzueta





Entendiendo por ideología a “la disciplina encargada de la elaboración de criterios que permitan a las personas optar racionalmente frente a finalidades múltiples, sobre la base de una escala de prioridades” (En Vekemans, 1970, pp. 81), resulta necesario reconocer por una parte, la necesidad de que esta elección sea guiada por la disciplina de la ética, la que concebida en un marco democrático, apueste por el consenso de los valores esenciales que rijan las actividades humanas; Y por otra parte, resulta pertinente reconocer la necesidad de que la política sea la disciplina capaz de materializar el logro de un fin determinado por la ideología.

Se puede decir entonces, que la ideología es una sistematización de opciones, jerarquizadas para enfrentarse a la realidad, desde una interpretación del pasado para una propuesta de sociedad futura, por lo que las ideologías deben integrar un concepto de orden social, y por cierto, de Estado. Y si bien las ideologías debieran compartir un marco doctrinario guiado por lo ético, resulta necesario que difieran en cuanto a su finalidad, vale decir, al proyecto de sociedad y por ende al fin del ser humano, pues me parece peligroso para el progreso de la humanidad, el encontrarnos en un sistema político que no reconozca la diversidad y los intereses contradictorios, creando por lo tanto ese sentimiento de una opción única guiada por la competencia.

A mi parecer, deberían quienes asumen las ideologías, reconocer manifiestamente sus diferencias, como lo fue en el pasado, en donde la dominación de diferentes opciones (ideologías), a través de la política como medio, establecieron un orden de principios universales.

Así por ejemplo, el Idealismo platónico y su preocupación por el conocimiento y sabiduría, propone un modelo de sociedad en donde prime el conocimiento, por lo que los gobernantes debiesen ser los más sabios, estructurándose para ello un orden social que permita el cumplimiento de las condiciones necesarias para formar desde temprana edad a los ciudadanos en sus diferentes roles.

El liberalismo de Locke por su parte, defiende la preeminencia del individuo por sobre la sociedad, el Estado o el Imperio, y al Estado lo concibe como el guardián de la libertad, la cual debe entenderse distinta al libre albedrío, pues libertad va asociada al desarrollo de la ciudadanía y por ende al desarrollo de las personas, en un marco de regimenes no autoritarios que respeten el sistema de las leyes consensuadas democráticamente.

Ahora bien, el Marxismo, entiende al Estado como factor de opresión, por lo que la doctrina defiende un fin social basado en la dictadura del proletariado en la etapa última que es el comunismo, en donde los medios de producción están igualmente distribuidos en la población la que es conciente de sus necesidades y de las formas de satisfacerlas.

Entonces, cabe preguntarnos, ¿en que está nuestro sistema político? ¿cuál es la ideología que lo rige? ¿en donde está la ética?

La respuesta no es simple, pues hoy resulta difícil reconocer una ideología, un proyecto de sociedad único, pues la múltiples contradicciones del sistema y sus constantes adaptaciones, confunden los límites entre ideologías, valores e intereses, así la globalización que es a veces entendida como ideología, conquista terrenos y hace más confusos las distinciones entre los criterios para enfrentar la realidad.

Castells, define a la globalización como “Un sistema tecnológico, constituido en las últimas décadas del siglo XX, de sistemas de información, telecomunicaciones y transporte que ha articulado todo el planeta en una red de flujos en las que confluyen las funciones y unidades estratégicamente dominantes de todos los ámbitos de la actividad humana”. A su vez, este nuevo sistema es a la vez extremadamente incluyente y extremadamente excluyente pues incluye todo lo que articula a los mercados financieros y excluye a todo el resto, dando así un papel al Estado enfocado en la adaptación de los sistemas instrumentales de sus países hacia la navegación en los flujos globales (en Castells, 1999, pp.19).

Stiglitz por su parte, define a la globalización como “la integración más estrecha de los países y los pueblos del mundo, producida por la enorme reducción de los costes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y (en menor grado) personas a través de las fronteras”, (en Stiglitz, 2002, pp.27) definiéndola por tanto como un proceso, un fenómeno y una consecuencia de la intención de alguna voluntad, que luego la identifica como el interés del Fondo Monetario Internacional; el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, siendo por ende la globalización el producto de las ideas de dominación económica que estas entidades a través de su poder, lograron imponer a escala planetaria, provocándose así un gobierno global sin estado global, existiendo por tanto, al igual que el fundamento de la CEPAL, un problema de desgobierno global, al reconocer las inequidades que estas instituciones están cometiendo hacia los países mas desposeídos. Ante esta situación surgen movimientos internacionales, en contra de la globalización de intereses particulares, como es la ATTAC, Organizaciones Ecologistas e Indigenistas, las que también integran el paradigma emergente de la globalización, desde la defensa de nuevas ideologías que rescatan intereses de las llamadas “minorías”.

Entonces, ¿qué nos queda por hacer?

En una sociedad posmoderna, sumida en la derrota de la diversidad debemos rescatar la necesidad de diferenciarnos; y para ello debemos partir por asumir la relativización del sentido del ser humano y la relativización de los fines ideológicos, por lo que reconocer que la actividad política formal carece de un proyecto de sociedad, es una tarea primordial, ya que no podemos seguir negando la existencia de prácticas anti-éticas como lo es el Nihilismo, vale decir, la disputa del poder por el sólo hecho de mantenerlo. Debemos entonces recolocar a la ética como la disciplina que guié al poder para la concreción de los fines, pues resulta peligroso el ejercer el poder sin ética en una sociedad en donde las ideologías no están claramente representadas.

Debemos entonces, hacernos atender a la deslegitimación de los representantes políticos formales, la cual a mi parecer pasa por la mala costumbre de mirar la política sin ideología, pensando únicamente en el mantenerse en el poder, sin proponer un nuevo proyecto social que sea legitimo para los intereses comunes.

Finalmente, en mi opinión, lo que nos queda a los jóvenes, es asumir la incertidumbre, y su consecuente angustia sin que esta signifique un impedimento para atender a la posibilidad de construir nuevos proyectos políticos que integren nuestra perspectiva, aquella tan olvidada por el sistema, y para ello es necesario partir por replantearse la identidad a partir del consenso de valores y a través de la crítica como herramienta para la reconstrucción del escenario político, pues debemos asumir que sin critica no hay transformación.



Bibliografía:

Castells, Manuel, “Globalización, Identidad y Estado en América Latina”, Sin Editorial (Ponencia preparada para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), Santiago de Chile, Mayo / Junio de 1999, 26 pp.

CEPAL, “Globalización y Desarrollo”, Visión Global, primera parte. Editorial propia, año 2002, 27 pp.

Stiglitz, Joseph, “ El malestar en la Globalización” trad. Carlos Rodríguez Braun, Editorial Taurus, Buenos Aires, reimp.2002, 348 pp.

Vekemans, Roger, Doctrina, Ideología y Política, Editorial DESAL-TROQUEL, Santiago de Chile, 1970, 99 pp.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola:

Tu articulo me pareció muy interesante, concuerdo contigo en el diagnostico y la receta, sin embargo quede con ganas de leer tu opinión con respecto a la forma de aplicar dichas ideas, ya que veo con cierto escepticismo la posibilidad de que las propuestas generadas logren encarnarse en un ente político con el poder suficiente como para cambiar el actual sin rumbo de la sociedad.